SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Otra realidad: los valores.-

El mundo en que el hombre se desenvuelve, el medio en que habitualmente desarrolla su vida no se compone solo de objetos y hechos materiales que pueden ser objeto de conocimiento científico, sino que se rodea también de un mundo cultural, inventado, paralelo y ajeno al conocimiento científico. Se trata , principalmente, del mundo de los valores.

En este mundo de los valores no se trata de conocer sino de creer. Los valores no son objeto de conocimiento, sino de creencia; a ellos no se llega mediante la ciencia, sino mediante la adhesión o creencia.

El punto de partida es un conjunto de ideas que luego nos servirán de patrón o marco de comparación. Una acción o una manera de pensar nos parecerá acertada o justa si coincide con ese patrón o vara de medir del que partimos nosotros. Partimos de una idea-patrón de lo que es la belleza, y cuando encontramos un objeto concreto lo comparamos con esa medida; si coincide con ella diremos que el objeto es bello. Partimos de un patrón o molde sobre la justicia y ante una acción cualquiera haremos la comparación con el modelo para ver si se trata de una acción justa o injusta. Arrancamos de un modelo-patrón de la corrección social, y con él mediremos lo correcto e incorrecto en el comportamiento social de nuestro entorno, y lo mismo haremos con el buen gusto y con la educación.

En esta actividad, como vemos, no se persigue obtener ningún conocimiento. Se persigue el convencimiento.

De estos marcos, moldes o patrones de medir no se puede decir que sean verdaderos, ni falsos. No se les enfrenta a la ciencia para comprobar su validez, simplemente se cree en ellos, y una vez creemos en ellos, una vez estamos convencidos procuraremos acercar a los demás a ellos mediante el convencimiento y la argumentación. Argumentamos para que nuestro interlocutor compare sus gustos, ideas, proyectos, preferencias con nuestro marco o patrón de referencia; si coinciden, estas serán buenas, correctas; en caso contrario, serán malas, feas, incorrectas.

Se trata de la realidad social vista desde el plano de lo bueno, lo justo, lo bello.

Son patrones desde los que se mide y se compara un hecho, una acción social, con el patrón correspondiente. Acciones buenas, justas, correctas o sus contrarias.

Estos patrones pueden mostrarse en formas completas, muy acabadas, como las religiones o como las grandes construcciones de los filósofos, que pretenden contemplar la vida en su totalidad  y además ser válidas universalmente. Otras veces su alcance es más limitado en el tiempo y en el espacio, por ejemplo los modos y gustos aristocráticos europeos en los siglos XIX y XX; o la llamada cultura popular de nuestros pueblos y barrios.

Los valores, estas varas de medir las conductas, las ideas, los proyectos, tienen una enorme importancia en la vida social. Su pretensión es encuadrar, dirigir las acciones individuales y colectivas en el sentido, en la dirección más conveniente para el grupo que protagoniza la vida social y que es quien los fabrica y los patrocina.

El naciente movimiento obrero va tomando cuerpo en el seno de los valores existentes en la Europa del siglo XIX. Los obreros que comienzan a asociarse para conocerse y defenderse mejor se encuentran con unos instrumentos de medir la justicia, el deber, el comportamiento, las aspiraciones, lo que es bueno y lo que es malo; todo ello elaborado y manejado por la Iglesia y por los nobles, adaptado posteriormente al nuevo grupo que acabará como dominante en la sociedad europea de entonces: los burgueses. Aunque la presentación de éstos es muy aparatosa en Francia (por eso se llama “revolución”), los valores propios de su dominio social se extienden lentamente y con muchos altibajos por toda Europa.

Qué entiende la sociedad de dominio social burgués, la sociedad burguesa, por justicia, por libertad, fraternidad, honradez, etc.; qué encierran dentro estas expresiones, hay que buscarlo en el tipo de sociedad que ellos han montado. Esos valores se corresponden con la sociedad en que han nacido y con los intereses del grupo protagonista de la misma. No se corresponden con la realidad de esa sociedad en el sentido de que la describan en su forma concreta. Los burgueses no perciben que la sociedad que ellos dirigen sea un sociedad de justicia, libertad, fraternidad y honradez. Estos valores, lo que señalan es un tipo de comportamiento social compatible con los intereses reales (materiales) del grupo que los promueve. Y son compatibles con esos intereses tan concretos, porque los mismos valores se describen en términos muy vagos (qué es ser libre, qué es ser honrado, qué es ser justo), muy vagos y como si apuntasen a un ideal futuro en el que se cumplirá su realización. Como si hubiese un proyecto ideal de sociedad futura perfecta hacia la que caminamos, y en la que serán realidad los valores que ahora, evidentemente, no lo son.

La visión de esta sociedad ideal perfecta y los cauces para reconocerla y conseguirla (los valores), son los moldes en que los trabajadores y los amos toman conciencia y perciben los problemas reales (materiales) que sus relaciones plantean. Los trabajadores y sus asociaciones se encuentran en la vida social, en el trabajo, en el barrio, en sus lecturas, con estos moldes creados, trabajados, moldeados a lo largo de la historia para dar forma y significado a una sociedad en la que ellos no han protagonizado más que el trabajo material de ejecución, lejos siempre de las tareas de dirección.

Las asociaciones de los trabajadores han visto la luz aprisionadas en el uso de esos valores (alguno de ellos tan rancios-la gallardía, el honor – por hundir sus raíces en la sociedad de los nobles medievales), y no han encontrado otra salida que la de utilizarlos también, aunque tratando de cambiar su contenido, y así, para distanciarse de ellos, le añadían la palabra “burgués”, el honor burgués, la  justicia burguesa, la libertad burguesa.

Pero como los valores no se dan sueltos, sino representando, formando parte de, toda  una visión ideal global de una sociedad soñada, las asociaciones de los trabajadores contraponen  esta sociedad ideal, otra sociedad también ideal, pero esta será la “verdadera” sociedad del futuro, con sus correspondientes valores, también “verdaderos”, la verdadera justicia, la verdadera libertad, la verdadera igualdad...

La larga historia de enfrentamientos, muchas veces sangrientos, de los trabajadores con los amos nos enseñan cómo ambas posturas vienen habitualmente revestidas con el ropaje de los valores. Se combate por el orden, la justicia, el honor, la libertad, por los dioses, por la igualdad, por la patria, por el progreso.

Estas cáscaras, estas envolturas brillantes, cuyo interior, cuyo contenido es tan vago, tan moldeable, tan incontrastable, tienen una importancia extraordinaria en el nacimiento y el desarrollo del movimiento obrero.

En el seno de este cuadro de valores, discutibles y discutidos, va tomando consistencia el movimiento obrero. A través de estos valores interpretan las asociaciones de los trabajadores las realidades en que se mueven. A través de estos valores, en el interior de este juego de valores, toma conciencia el trabajador de su posición en el trabajo y en la sociedad. De ellos se valen, como armas, para defender y plantear sus pretensiones frente a los amos.

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